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¿Por qué la gente se resiste al cambio?

Someter a las personas a nuevas rutinas y normas puede ser más complejo de lo que se sospecha. Por eso es fundamental hacer de este proceso una instancia lo más integral posible.

Hay básicamente dos grandes razones por las cuales la gente se resiste al cambio: psicológicas y sociológicas

Las primeras tienen relación con la naturaleza misma de las personas. Para la mayoría el cambio continuo no es una condición natural de vida. Por el contrario, es más bien la resistencia al cambio el instinto humano normal. La gente, en general, se siente satisfecha con el status quo, le tiene temor a lo desconocido, se siente atraída por lo que el grupo piensa y ofendida si le dicen que las cosas no las está haciendo bien. Por otra parte, existe la tendencia natural a pensar que si bien el cambio pudo haber funcionado bien en otra parte, en este caso particular la situación sería una diferencia. Y por cierto, una cuota de chauvinismo está siempre latente. Es así como muchos dirán que la manera en que se hacen las cosas hoy es la correcta y la forma en que los otros lo hacen es la mala. 

Sin embargo, estas razones propias de la naturaleza humana no son suficientes para explicar la resistencia al cambio. Como decía más arriba, también existen explicaciones sociológicas. Es la naturaleza individualista del cambio la razón fundamental por la que el cambio es resistido, en el sentido que muchas veces no se toma en consideración el sentir del grupo. La idea detrás de la modificación puede ser excelente, pero si no es compartida por el grupo es muy posible que sea resistida. La clave radica en cambiar la forma en que la mayoría actúa, piensa y cree. Pero, esto es justamente lo difícil ya que se está tratando de cambiar los valores, que son los que en definitiva unen al grupo. De ahí también lo complicado que es liderar el cambio ya que se convierte en una batalla entre los individuos que quieren cambiar y aquellos que se sienten felices con la creencia del grupo.

La ideología es muy compleja de modificar. La mayoría de las personas de un grupo se siente contento con los valores y creencias de su grupo. Pueden no estar totalmente contentos con lo actual, pero, en general, se sienten agradado con quienes son, qué creen y qué comparten. El cambio es nada menos que un ataque a esa sensación de agrado y, por ello es resistido.  

Pensemos ahora lo que ocurre en la empresa. Cuando a un grupo se le pide que cambie la forma de trabajar y que en vez de emitir órdenes manuales de compra lo haga ahora de manera electrónica a través de un sistema ERP, le estamos solicitando no sólo que modifique su comportamiento laboral sino que cambie sus creencias acerca de lo que es mejor para él y su grupo. Le estamos alterando un principio que por mucho tiempo aglutinó al grupo que él pertenece. Estamos nada menos que poniendo en duda lo que él cree como una de las razones de ser del grupo. 

Por lo tanto, cuando introduzcamos un cambio debemos pensar no sólo en los intereses personales de cada individuo sino que también en el grupo al que pertenece. Cuando lideremos un cambio debemos convencer más que imponer. El rol de los líderes de cambio radica en persuadir a sus colegas y seguidores acerca de la necesidad del cambio. Su labor debe ser enseñarles, con compromiso y respeto que el nuevo sistema es para bien suyo, del grupo y de la empresa. 



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